“Necesitamos separar
las influencias culturales que no contribuyen y nos distraen de la verdadera adoración”
F.
C. Senn
Efecto comparativo. Los primeros tiempos de la
renovación en Argentina.
Dios en su gracia
nos visitó hace medio siglo. Entre otras cosas maravillosas, el Espíritu Santo nos
condujo a la renovación del culto a Dios. Las formas estructuradas y
minuciosamente programadas que heredamos se dejaron de lado a fin de dar paso a
un culto centrado en Dios y en su Presencia. Expresiones libres y espontáneas
de alabanza y adoración dirigidas por el mismo Espíritu de Dios y ajustadas a
Su Palabra eran sus rasgos principales.
Ahora bien, el
tiempo pasó como un abrir y cerrar de ojos. En la actualidad, muchos de aquellos
que experimentaron esa renovación no están. Surgió una nueva generación que no
tuvo la misma experiencia. Hermanos de otras congregaciones se añadieron a las
distintas comunidades, algunos de ellos eran pastores. A fines de 1980 la
iglesia en general fue influenciada en la alabanza y adoración por una nueva
corriente, aparecieron los llamados “salmistas” con preciosas canciones pero
con una impronta más bien artística, escenográfica. Eran hombres de luces,
plataformas, grandes congresos, contrataciones y dueños de empresas
discográficas. A esa altura, el culto espontáneo y la adoración libre habían
desaparecido literalmente del movimiento. “Se nos escapó la tortuga”. Otra
causal, desde mi escasa perspectiva, fue comenzar a mirar cómo lo hacían los
demás, procurando imitar sus formas.
En cualquier iglesia
la reunión siempre comienza con cantos de alabanza y adoración. No hay
excepciones. En cada caso, habrá una persona, o un equipo, que dirige y controla
la música. En las congregaciones más tradicionales, será el “ministro de música.”
En las renovadas, el “director de alabanza”. Los que dirigen la adoración seleccionan
las canciones, empiezan a cantarlas y deciden como seguirá esa parte del
programa. Esto es diametralmente opuesto a la manera de hacer las cosas en la
iglesia del primer siglo. La adoración y la música estaban en manos de todo el
pueblo de Dios (Efesios 5:19; Colosenses 3:16) La misma hermandad dirigía sus
propias canciones. Era un asunto de todos, no un evento profesional dirigido
por especialistas. Es interesante que no haya evidencia del uso de instrumentos
musicales en la iglesia hasta la Edad Media.
Directores de alabanza y equipos de adoración: Un
fenómeno sin asidero en las Escrituras.
En la actualidad observamos
perplejos la aparición por doquier de los así llamados directores de alabanza y
de los equipos de adoración. Adoración significa seguir las canciones
seleccionadas por ese grupo. ¿Cuál es el problema que haya un conductor o un
equipo de alabanza en la comunidad? Muy simple, no le permite cumplir su
sacerdocio a todo el pueblo de Dios, tampoco su plena participación a fin de elevar
alabanzas nacidas en su interior. Con esta forma, Jesucristo no tendrá libertad
de moverse a través de cada uno de los discípulos. La descripción del apóstol
Pablo es esclarecedora al respecto: “Cada uno de ustedes trae una canción”
“Hablando unos a otros con salmos, himnos y canciones espirituales.” La
actuación de los directores de alabanza y equipos de adoración dificultan esto.
¡Jesús desea expresarme libremente en medio de su iglesia! El dijo: “Declararé
su nombre a mis hermanos; en la presencia de la congregación cantaré sus
alabanzas” (Hebreos 2:12). Por lo general, unos pocos pueden dirigir la adoración,
coartando de esta manera la participación del cuerpo de Cristo.
En síntesis:
*Probemos alabar a
Dios sin un director de alabanzas.
*La alabanza y
adoración le pertenece a todo el pueblo de Dios. Hay que
devolvérselo.
*Sinceramente, no
tengo ningún problema con los conciertos musicales, sin embargo, esto no se
debe confundir con el servicio de alabanza y adoración que pertenece a toda la congregación,
con aquel culto racional promocionado por el apóstol Pablo en Romanos 12: 1 y 2.
“Por los ríos de
Babilonia, ahí nos sentamos, sí, lloramos, cuando nos acordamos de Sión.
Colgamos nuestras arpas sobre los sauces en medio de la ciudad. Porque de ahí,
los que nos habían llevados cautivos y los que nos habían arrebatado todo, nos
pedían una canción con alegría, diciendo, ‘Cántennos una de las canciones de
Sión.’ ¿Cómo vamos a cantar la canción del Señor en una tierra extranjera? ...Cuando
el Señor cambió la situación de Sión, nos pareció que estábamos soñando.
Entonces, nuestra boca y nuestros labios se llenaron de risas y gritos de
alegría; entonces las otras naciones decían: ¡El Señor ha hecho grandes cosas
por ellos!”
(Salmo 137:1-4; 126:1-2)