¿Cuestión de fondo o de formas?
Durante su ministerio terrenal Jesús fue a fondo en cada situación. Al joven rico le manifestó: “Te falta una sola cosa….vende todo lo que
tienes y dáselo a los pobres”. A la mujer oriunda de Samaria le tocó el núcleo
de los sentimientos y su estado marital: “Llama
a tu marido…”. Podemos mencionar decenas de circunstancias donde el Maestro
atendió lo trascendente y caló hondo en sus oyentes, principalmente en los
discípulos.
La proclama mesiánica y apostólica no se detenía en argumentaciones teológicas
periféricas, iban a lo profundo del ser, a diferencia de los judíos que estaban
tranquilos en guardar las formas al pié de la letra. Jesús y los apóstoles llegaban a las entrañas
de las personas, descubrían sus corazones procurando conducirlas al
arrepentimiento. Al pasar los siglos, lo que era relevante para los primeros
discípulos tuvo cada vez menos importancia para las sucesivas generaciones de
cristianos, la atención se centró en las formas, en lo externo y, especialmente,
en la liturgia.
Obsesionados con las formas
La gente se pierde y sus necesidades
espirituales no se satisfacen al no buscar la raíz de los problemas. Es una patología
donde lo superficial ejerce primacía sobre lo sustancial y las cosas pasan a ocupar
el lugar de las personas. Muchos de los que acuden a nuestras asambleas están en
bancarrota espiritual y algunos al borde de la muerte. Mientras tanto, nos
conformamos con exhibir y mantener inmaculados nuestros edificios, lucir buena vestimenta
y trazar un programa atrayente. Si esto
está en orden nos acostamos tranquilos. ¿Están mal estas cosas? Por supuesto
que no, salvo que haya exageración, pero esta tendencia es externa y
superficial. La comunidad eclesial sanará sus heridas y alcanzará la
transformación deseada si quita su enfoque de las formas y se dedica a las
cuestiones trascendentes.
Discipulado a fondo
El cuadro detallado se puede trasladar a los encuentros de discípulos. Es
difícil ir al meollo en las situaciones conflictivas, no somos Jesús ni tampoco
tenemos su discernimiento; no obstante, si anhelamos que se produzcan cambios
sustanciales y la semejanza de Cristo se evidencie en las personas habrá que
avanzar con amor y compasión hasta donde nos permitan entrar. Es como una
intervención quirúrgica, una operación espiritual. El bisturí es la verdad y la
gracia es la anestesia.
Consideraciones prácticas
1. Es necesario contar con el respaldo de nuestras propias vidas para ir a
fondo con otros. No es justo ahondar en aquellas cuestiones que nosotros mismos
no resolvimos. En este caso es recomendable pedirle a otro hermano que tome
carta en el asunto.
2. Ir a fondo no es sinónimo de ganar una discusión o hablar hasta el
cansancio.
3. Es imprescindible llegar al punto neurálgico por el bien y la salvación
de los hombres, para su correcta formación y sano crecimiento a fin que tampoco
permanezcan en una perpetua niñez espiritual.
4. Edificar a fondo es una tarea que no puede prescindir de los dones del
Espíritu Santo, más allá del conocimiento natural que poseamos de la situación.
Una iglesia que llega al corazón
Si la iglesia pretende llevar fruto, expandir el reino de Dios y alcanzar la maduración de sus miembros deberá proponerse llegar al fondo de
las situaciones. Me refiero a encuentros productivos que conduzcan a la
apertura mutua y a la confesión, donde la presencia de Dios penetre, cure y
restaure. La iglesia necesita proclamar el mensaje del reino de Dios con la
gracia y la unción del Espíritu Santo a fin de que se abran los corazones, haya
quebrantamiento, se modifiquen conductas y se cumpla el propósito eterno de
Dios.
Oscar Gómez