Como un gran edificio, la sociedad necesita una
columna que la sostenga. Y la Biblia dice que la iglesia es columna y baluarte
de la verdad (1 Timoteo 3.15). La sociedad se está arruinando, los países se
desmoronan. Hay una crisis y corrupción generalizada. Sin embargo, Dios dice:
"Se arruinaban la tierra y sus moradores;
yo sostengo sus columnas”. Salmos 75.3
No te preocupes por el avance circunstancial de
las tinieblas, porque la Biblia dice que la luz resplandece sobre ellas. La tierra
va a ser bendecida por el Señor. La iglesia volverá a ser la sal de la tierra y
la luz de este mundo. No maldigamos las tinieblas, encendamos la luz. ¿De qué
modo, como iglesia, debemos cumplir con nuestra responsabilidad de ser columna
de la verdad en la sociedad?
Además de orar por nuestras naciones y predicar
el evangelio, quiero agregar algo fundamental que hemos descuidado. Debemos
enseñar a las naciones la ley de Dios. Pablo lo señala con mucha claridad al
escribirle a su colaborador Timoteo.
“Pues el propósito de este mandamiento es el
amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida, de
las cuales cosas desviándose algunos, se apartaron a vana palabrería, queriendo
ser doctores de la ley, sin entender ni lo que hablan ni lo que afirman. Pero sabemos
que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley
no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para
los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y
matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para
los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a
la sana doctrina, segúnel glorioso evangelio del Dios bendito, que a mí me ha
sido encomendado".
1 Timoteo 1.3-11
¿Qué significa “doctrina”? Proviene del
término griego didaké.
La iglesia debe enseñar la didaké a
las naciones. ¿En qué consiste? En las enseñanzas y mandamientos del Señor que
revelan su voluntad. La didaké son mandamientos claros que muestran a
los hombres la voluntad de Dios.
Un profeta es alguien que habla a los hombres
de parte de Dios. La iglesia debe enseñar la didaké —la doctrina del Señor— no solo
a los creyentes sino también a la sociedad. Debemos enseñar la ley del Señor y
hacer uso legítimo de ella. Dice Pablo:
"Queriendo ser doctores de la ley, sin
entender ni lo que hablan ni lo que afirman”.
Hay quienes pretenden ser doctores de la ley,
pero hablan vana palabrería, y no entienden ni lo que dicen ni lo que afirman.
Uno de las materias que más se presta para decir mucho sin decir nada es la
religión. Uno puede entretener horas a la gente con hermosos discursos sin
decir nada concreto, sin revelar la voluntad, sin enseñar la ley de Dios.
¿Qué es la ley de Dios? Aquella que revela la
voluntad de Dios a los hombres.
“Sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente”.
Sin embargo, la ley no es para los justos,
ellos ya la conocen y la practican. Pablo dice que la ley es para los
pecadores, es para que sea enseñada a una sociedad que cada vez vive más lejos
de la voluntad de Dios.
Pablo utiliza términos fuertes al hablar de la
situación de la sociedad. En este pasaje usa cuatro palabras distintas para describir
a los que practican el pecado: transgresores, desobedientes, impíos y
pecadores.
La ley es para ellos. Debemos enseñar a toda la
sociedad los “Diez Mandamientos” y la doctrina de Cristo que están en el
“Sermón del Monte” (Mateo 5, 6 y 7).
Hoy todas las opiniones parecen válidas.
Cualquier conductor televisivo, actor o futbolista opina sobre religión o
moral. El futbolista debería opinar sobre fútbol y el político sobre política;
sin embargo, hoy todo el mundo enseña sobre moral, y nadie puede hacer callar
sus voces. Por lo tanto, debemos enseñar la voluntad de Dios a las naciones. Es
necesario que venga el temor de Dios a las naciones. No todo vale.
En nuestra nación se están viviendo tiempos
críticos. El matrimonio parece algo anticuado. La gente decide no casarse.
Prefieren juntarse y vivir “en pareja”. Sin embargo, esa no es la voluntad de
Dios. Debemos enseñar a la sociedad la ley fundamental que Dios estableció
sobre el matrimonio:
“… el hombre dejará padre y madre, y se unirá a
su mujer, y los dos serán una sola carne. Así que no son ya más dos, sino una
sola carne; lo que Dios juntó, no lo separe el hombre".
(Mateo 19.5-6).
El matrimonio no es una invención humana, es
una institución divina, fue Dios quien lo estableció.
Tampoco existe para Dios el matrimonio
homosexual. Debemos enseñar que un hombre no se puede unir con otro hombre. La
Biblia es clara al respecto:
“Dejará el hombre a
su padre y a su madre y se
unirá a su mujer, y serán una sola carne”
(Génesis 2.24)
La sociedad está viviendo de un modo distorsionado.
¿Quién va a sostener la verdad y la voluntad de Dios, sino la iglesia? Debemos
abrir nuestra boca, pero no para condenar o despreciar. Amamos a los
homosexuales, a los adúlteros, a los alcohólicos y a los ladrones; pero debemos
enseñarles la verdad en amor. Debemos hacer uso legítimo de la ley.
Debemos enseñar que jurar sobre los Santos
Evangelios, por Dios o por la patria, y después no cumplir es grave. Tenemos
que enseñar que no se debe mentir, ni dar falso testimonio.
Hoy en nuestro país, especialmente en Buenos
Aires, la gente ya no puede vivir tranquila. Los secuestros están a la orden
del día. Y en este pasaje habla acerca de los secuestradores. Debemos enseñar a
la sociedad que la ley básica de la convivencia entre los seres humanos es el respeto
al prójimo, el respeto por la vida. La ley dice: “No matarás”.Esa es la voluntad de
Dios.
“No hurtarás”, “no dirás falso testimonio”,
“honra a tu padre y a tu madre”.
Enseñemos la ley, enseñemos la voluntad de
Dios.
Debemos enseñar que el matrimonio es para toda
la vida, que el que se divorcia y se casa de nuevo comete adulterio, más allá
de que las leyes civiles lo permitan o aprueben.
¿Quién va a sostener la verdad, sino la
iglesia? Pablo le dice: “Timoteo, para eso te pedí que te quedaras en Éfeso,
para que mandaras a algunos que no enseñen una doctrina diferente”. Debemos
enseñar la palabra de Dios, la didaké, que revela la voluntad de Dios.
No son muchos los mandamientos que encierran la
voluntad de Dios. Debemos enseñarlos utilizando todos los medios posibles. Y el
que tenemos más al alcance de la mano es nuestro testimonio personal. No
permanezcas callado. Allí donde te encuentras revela la verdad con amor. Ama la
verdad, enséñala, haz uso legítimo de la ley. También en este pasaje Pablo habla
de los que matan a sus padres, a sus madres o a otras personas. ¿Quién les va a
enseñar a las naciones que la mentira, la corrupción y el robo son pecados?
¿Quién les va a advertir que todos los hombres un día comparecerán ante el
justo juicio de Dios?
Debemos predicar acerca del arrepentimiento.
Pero, ¿de qué se van a arrepentir si la mayoría ni siquiera tiene conciencia de
que lo que está haciendo está mal? Creen que, como todos lo hacen, está bien.
Nuestra sociedad confunde lo común con
lo normal, y cree que lo normal es lo común. Lo común es lo que hace la
mayoría; lo normal es lo que está de acuerdo con las normas. La gente cree que
es normal mentir porque todos mienten. Sin embargo, mentir no es normal, es
común. Los
jóvenes cometen fornicación. Una chica se acuesta con un muchacho, y cree que es
normal. ¿Quién les va a enseñar que lo que hacen es anormal? La iglesia, que es
columna y baluarte de la verdad. Todos faltan el respeto a sus padres, y creen
que es normal; sin embargo, no es normal, es común, todos lo hacen. Debemos
enseñar las normas de Dios.
Se habla mucho de los derechos humanos, y está
bien hacer valer los derechos de todos. Pero, ¿cuándo vamos a hablar de los
derechos de Dios?
¿Él no es el creador de todo? ¿No es el dueño
de todo? ¿No tiene derechos?
La gente vive engañada. Satanás los ha
enceguecido. La mayoría no sabe la verdad, y nosotros como iglesia fuimos
puestos para enseñar la voluntad del Señor, llamar a las personas al
arrepentimiento y a la salvación por medio de Jesucristo, el Señor.